En esta novela se vive el fiel retrato de una sociedad campesina y rural. Arrinconados, solos, desatendidos, cerca del corazón salvaje de la vida. Escenarios individuales y colectivos con el pretexto de las coincidencias. Las historias convergen en guerrillas maquinadas por caudillos, guerrilleros testigos de los enfrentamientos.
Entornos que no son escuchados por las ciudades, o no son comprendidos. Existen como afinidades que viven y actúan de un modo sensitivo, es decir, el campesino va a la ciudad, pero la ciudad no va al campesino. Quién sí va al campesino es la ósmosis del invasor, del proletariado. Finalmente entra en escena el amor, el que se desvía del camino, con la promesa de ser feliz en plenitud, que el tiempo no desgasta, latidos que el viento no se lleva.