Muchos docentes estamos aptos para enseñar y motivados para realizar nuestra labor: recorremos distancias considerables, sorteamos todo tipo de peligros en el trayecto, preparamos la clase con imaginación y creatividad. Pero hoy nos cuestionamos si en un futuro seremos requeridos por nuestros estudiantes: en un aula escolar, con un curriculum, con una planeación, con un aprendizaje por competencias esperado, con el modo y criterios de asignar calificaciones por objetivos no por logros, con un ciclo escolar del cual no sabemos si habrá nuevos periodos de confinamiento, de distanciamiento social, de nuevos virus o pandemias. Considero que falta la justa valoración e integración de las experiencias de aprendizaje que ahí han estado pero no hemos sabido o no hemos querido adaptarlas al proceso formal educativo; falta mayor creatividad en los modos de lograr los objetivos de aprendizaje, en la manera de evaluarlos, en considerar apta a una persona que aprende más allá de las cuatro paredes de un aula escolar, en hacer de un sistema educativo nacional una experiencia nacional de aprendizaje donde todos los actores involucrados ahora han experimentado la necesidad de ser escuela 24/7.