Aunque los programas escolares eran excelentes y las instalaciones estaban bien cuidadas, la Vocacional de Camagüey, como tantas otras escuelas cubanas de la época, también era un internado donde niños y adolescentes pasábamos la semana lejos de nuestros padres, expuestos a profesores y asistentes no siempre confiables. A esa distancia familiar se sumaban la presión del concepto de "hombría" y la ley del silencio que lo acompañaba, junto con la pseudo-militarización del entorno y el adoctrinamiento propios de la Cuba socialista de los años ochenta. En ese contexto histórico se enmarcan estas memorias: relatos de adolescencia que rescatan la luz y enfrentan las sombras de una generación marcada por la disciplina, el miedo y la esperanza.