"Navegar es preciso, vivir no es preciso". Fernando Pessoa, el genial autor portugués, transformó en un bello poema aquella arenga de Pompeyo a sus marineros asustados. Otros genios creadores nos insisten en que una vida sin navegar se parece a no vivir. Cristina Wormull ha sabido recoger el guante. Su poesía crece y navega, enamorada de una muy presente y desafiante ausencia, sin eludir los desgarros, con un verso que madura desde sus entrañas. Ciertamente hay algo más que continuidad de su anterior poemario "THALAMON. Profundidad y belleza. La presencia y ausencia continúan fundiéndose, al pasar de esas noches en que no brillan la luna ni las estrellas, llorando un tiempo sin tiempo, hasta secar los ojos y quedar sin lágrimas por el que partió. Borges lo describió hace mucho: "la ausencia que rodea; como la cuerda a la garganta; o el mar al que se hunde". Pero, a fin de cuentas, llega la luz del día entre los brazos de esa misma luna escondida. Entonces nuestra navegante crece y desafía con su verso. Quizás porque percibe que aquel vínculo, único e irrepetible, perdura más allá de la vida, donde, inevitablemente, la felicidad siempre irá acompañada por una pizca de tristeza. No sé cómo, pero apuesto que Pedro, como ninguno, disfruta y aplaude el crecimiento y madurez poética que nos regala el osado navegar de su amada Cristina. Fernando Villagrán Carmona