Ciento ochenta millones de álbumes de Tintín circulan por todo el mundo. Se publican en más de cuarenta y cinco idiomas. Ya sea en Nueva York o en Tokio, miles de millones de telespectadores disfrutan de programas inspirados en las obras maestras de Tintín. Estos récords triunfantes y en constante aumento ya no se discuten.
Pero, ¿de dónde salió su progenitor, el dibujante Hergé? ¿Quién lo sostuvo sobre la pila bautismal la mañana de su nacimiento?
Pues ahí lo tienen. Hergé nació, sobre todo, de las obras de un sacerdote. Fue un sacerdote católico quien sacó de la nada a este ingenioso hombrecillo. El sacerdote se llamaba Norbert Wallez. Tintín tuvo varios padres. Fue, por supuesto, el producto del abad, y en segundo lugar, del gran artista Hergé mismo, blandiendo sus lápices. E, indirectamente, ¡de mí, Léon Degrelle! Imagínense el escándalo. ¡Degrelle, el fascista! El hombre que fue dictador-candidato de Bélgica poco después de que Hergé hiciera su debut artístico. Peor aún: ya lo hemos dicho muchas veces, ¡a Hitler le habría gustado tener a Degrelle por hijo! Eso lo dice todo. ¡Menudo árbol genealógico! ¡Santo cielo!
Empezamos muy mal el estudio de los orígenes del futuro explorador Tintín en la URSS de Stalin, entre los cocodrilos del Congo o entre los budistas de túnica amarilla de Siam y el Tíbet.